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Leer en Kindle. ¿Es el libro digital o sólo su semilla?

Opinión 2 de Marzo de 2012

Hace unos meses recibí mi Kindle. Aproveché el viaje a EEUU de un amigo y la posibilidad mágica de llenarle las valijas a distancia mediante Internet y una tarjeta de crédito. Maravillas de los bytes, ahora ni siquiera es necesario desgastar el plástico. Me costó 139 dólares, pero una semana después aparecieron nuevos modelos con costos que inician en solo 79 dólares.

El Kindle no era mi primera opción. Dado a elegir, prefería el Nook, el competidor del Kindle que es vendido por (a su vez competidor de Amazon, la librería Barnes and Noble). Me interesaba más un artefacto basado en android que pudiera luego ser modificable. Sin embargo el sitio de B&N me "discriminó", y se negó a venderme el dispositivo aduciendo que estaba sólo a la venta en EEUU. Realicé un segundo intento utilizando esta vez una tarjeta de crédito emitida en EEUU, y otra vez la misma negación. Se trata sin duda de un evidente caso de discriminación por IP, y de una torpe política de restricción de compra. Cualquier funcionario de los EEUU, que reside por motivos de trabajo en el exterior, no puede regalarle, ni comprar el dispositivo, ya que siempre su orden de compra vendrá de una IP que no sea de EEUU. En fin problema de ellos (de B&N) y de su política restrictiva, gracias a la cual terminé comprando el Kindle de Amazon.

Mi interés en comprar el lector electrónico radicaba más en la posibilidad de poder leer muchos archivos digitales (pedefes, artículos) que se arrumbaban desde tiempos inmemoriales en el disco duro, que la satisfacción inmediata de comprar libros online.

Me gustaría compartir algunas reflexiones luego de unos meses de experiencia de e-lectura.

Hablemos en primer lugar de la "sensación de lectura". El dispositivo reproduce o recrea la sensación de leer papel. La pantalla es opaca, (no emite luz propia) no genera reflejos, y solo se puede leer si hay luz ambiente. Este sistema se conoce como e-ink. La definición de las letras es prístina (con al ventaja que se puede elegir el tipo de fuente y el tamaño), se puede además usar el dispositivo en formato vertical o apaisado.

Me conecto aquí con algunas ideas de un posteo anterior (sin las manos). El Kindle se sostiene "con las manos" como un libro, volvemos a incorporarlas al proceso de lectura sea sosteniendo, sea haciendo click para ir desplegando los párrafos siguientes (aquí es cuando nos damos cuenta que cambiar la página será una expresión tan vetusta como "colgá el teléfono". Acercarme a un texto utilizando las manos a mí me produce una sensación diferente. Tal vez sea sólo personal, tal vez sea un arrastre generacional de varios siglos de libros.

El dispositivo tiene otras pequeñas delicias. Su tiempo de encendido son milisegundos. Basta con deslizar el botón de encendido para que apenas instantes después la pantalla esté desplegando el texto. Y al encenderse aparece mágicamente la página que estábamos leyendo cuando lo apagamos. Parece un dato ínfimo y trivial, pero creanme que esto evita que perdamos una interminable cantidad de minutos tratando de encontrar la página en la que nos habíamos quedado, cuando todos los artefactos tecnológicos usados hasta el presente -boletos, bordes doblados, y toda clase de señaladores-, fallan. A propósito, he leído muchas veces la cantidad de minutos que pasamos durante nuestra vida, sea durmiendo, en el baño o en la cola del supermercado), pero nadie hizo la cuenta de cuanto tiempo hemos "invertido" para retomar el hilo de la lectura. Esto es sin duda el golpe mortal para la industria del señalador. ¿Veremos acaso marchas y manifestaciones en defensa de las fuentes de trabajo que genera esta legítima industria del regalo casual?.

La memoria del dispositivo permite guardar una gran cantidad de lectura, como para llevar una gran biblioteca en un artefacto de unos gramos. Un efecto similar al de los reproductores de mp3, que permiten llevar con uno gran parte de su colección de música en el bolsillo y accederla de acuerdo a diferentes necesidades o estados de ánimo.

Pero la pregunta del millón es si este dispositivo es un paso hacia "adelante" hacia el libro digital, o es un paso hacia alguna dirección más relacionada con posibilidades comerciales que tecnológicas.  La pregunta me resulta interesante (yo me la hago y yo me la halago), porque permite visualizar cómo un nuevo dispositivo no siempre es "mejor" más "adelantado" y que el desarrollo tecnológico no es para nada lineal. El Kindle (y todos sus primos) es un ejemplo interesante. Veamos algunos detalles:

El sistema de e-ink, cuenta con las ventajas que hemos enunciado más arriba, además de que el gasto de energía es ínfimo, permitiendo muchas, muchísimas horas de lectura sólo con un ciclo de carga de las baterías. Sin embargo hasta ahora sólo está disponible en blanco y negro, (un paso atrás respecto a la impresión en papel y a las otras pantallas). Esto no reviste mayor inconveniente al tratarse de ciertas lecturas, pero excluye la posibilidad de poder leer textos en la cual la imagen tenga un rol importante. La lectura vuelve a ser lectura en el sentido más tradicional de una sucesión de líneas de texto sobre fondo blanco.

La versión de Kindle que tengo no es táctil, es decir, se acciona a través de diferentes botones y teclas. Para ingresar anotaciones al texto hay que hacerlo a través de un cursor, que se maneja con flechas y un pequeño teclado. Aquí también la experiencia de usuario es frustrante. Las interfases táctiles, "son un viaje de ida", es muy difícil luego de acostumbrarse a manipular objetos directamente con los dedos en la pantalla, (como en las tabletas) volver a utilizar complejas combinaciones de menús y botones. Me resulta complicado mediatizar la carga emotiva y la energía que usamos cuando subrayamos una idea, marcamos un párrafo, o anotamos en el margen de un texto, usando solamente flechita, cursor, teclado, y además nuestra idea no queda claramente visible en la hoja, vinculada a la idea del texto.

Si bien como mencioné más arriba, el Kindle permite reincorporar las manos a la lectura, todavía no es posible la sensación de manipulación de libro. Esto es el de sopesar, ver el libro de manera global, vagar libremente, ver el índice y patinar rápidamente sobre el inicio de cada capítulo, retroceder rápidamente hacia atrás, o avanzar a otras páginas, o saltarse a otro capítulo, o espiar cuantas hojas nos faltan para que se termine una argumentación insoportable. También podemos pasar velozmente las hojas del libro para encontrar nuestras propias anotaciones. Todas estas son acciones que es posible realizar con los libros y que constituyen nuestra experiencia de lectura.

Ciertas lecturas se me hacen más sensibles a esta posibilidad de manipulación. Los textos académicos suelen ser el caso, ya que la lectura es mucho menos lineal. Un libro de texto invita todo el tiempo a reconectar y relacionar ideas, a reacomodarlas, a vincularlas e hipervincularlas. Pero el Kindle es aún cojo en estas funcionalidades. El Kindle resulta muy útil para leer textos cuya lectura tenga un sentido único, una novela o cuentos, pero no facilita tanto las cosas con otros tipos de lectura.
Decía más arriba que el Kindle podía ser muy útil para la lectura casual de vacaciones. Con un solo dispositivo se pueden cargar muchos libros, gran ventaja, pero el dispositivo debería enfrentar muchos ocasionales obstáculos de las vacaciones: la arena, el agua de la pileta.

Creo que un verdadero libro electrónico debería permitir al margen de las ideas generar nuestro propio concepto de ideas, asociaciones y vínculos. Al menos en estas versiones de los dispositivos no es posible vincular e hipervincular diferentes segmentos de textos de un mismo libro, con otros libros o con otras fuentes de Internet.

Entonces nos vamos acercando a una reflexión, por ahora provisoria, para cerrar estas ideas. Estos lectores de libros, si bien son electrónicos y modernos y más tecnológicos, permiten un tipo de lectura más tradicional y lineal. Su puesta en el mercado, entonces se vincula con los intereses comerciales de las librerías, que subvencionan en parte su precio para vender el insumo "libros" que con un avance hacia una lectura enriquecida que nos permita hacer uso de las posibilidades que la tecnología aportan al procesamiento de las ideas.

Pero, entonces... ¿vale la pena el gasto? Creo que sí, teniendo en cuenta que el dispositivo cuesta en USA casi lo mismo que lo que algunas editoriales quieren cobrar por algún libro. Teniendo en mente que uno no accede al dispositivo que le va a solucionar todos los problemas que ha tenido con la lectura, puede ser útil para facilitar algunas lecturas. No todas las lecturas, sino un nuevo tipo de lectura, que convivirá con las lecturas más tradicionales y posiblemente con algunos tipos de lectura por venir.

 

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